Theoría | |
Erēmos: Paisaje, arquitectura y espiritualidad en el ascetismo cristiano de los siglos III y IV. Una lectura watsujiana | |
Rubén Bustos Cruz1  | |
[1] Universidad Nacional Autónoma de México; | |
关键词: Religión y cultura; Cultura; Filosofía japonesa; Ascetismo; Cristianismo; Religiones del desierto; | |
DOI : 10.22201/ffyl.16656415p.2022.42.1720 | |
来源: DOAJ |
【 摘 要 】
En este artículo se lleva a cabo una reinterpretación del fūdo (paisaje) del desierto (sabaku) y de la derivación religiosa de éste. Dicha interpretación se construye sobre la visión propuesta por Watsuji en su Antropología del paisaje: climas, culturas y religiones (1935). Watsuji sostiene que el paisaje conforma al hombre y el hombre al paisaje: ambos están involucrados, en simbiosis. Como consecuencia de esta mutua afectación y constitución, paisaje-hombre, Watsuji concluye que también las formas culturales son formas derivadas del paisaje: sociedad, arte, y religión vienen determinadas en su particularidad por la vivencia humana del paisaje. En este sentido, el sabaku es interpretado como una matriz climática que genera una serie de determinaciones culturales. Sin embargo, Watsuji limita su lectura del sabaku a la expresión más general de dos religiones del desierto: el judaísmo y, en menor medida, el islam. En mi interpretación del fūdo del desierto hago un tratamiento no de la religión judía o islámica, sino del tercer monoteísmo: el cristianismo. Para tal fin, me concentraré en los siglos III y IV, un periodo particular de su historia y paisajística, y en un fenómeno particular que se desarrolla en dicho periodo: el ascetismo del desierto, conocido igualmente como mística del desierto. La pregunta que se plantea aquí es cómo determinó la experiencia del desierto (ἒρημος, erēmos) la espiritualidad cristiana de los ascetas de los siglos III y IV. A raíz de la experiencia de este fūdo indago qué rasgos particulares adquirió este cristianismo en su forma de vida y su experiencia de lo sagrado. Religión y paisaje se determinan mutuamente. Sin duda los lugares también tienen en su especificidad una forma particular de hablarnos de Dios; ¿cómo habló el desierto a los hombres que se adentraron en sus arenas?
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